Los servicios sociales frente a las nuevas vulnerabilidades causadas por la digitalización: el e-social work

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Los servicios sociales frente a las nuevas vulnerabilidades causadas por la digitalización: el e-social work

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Els serveis socials davant les noves vulnerabilitats causades per la digitalització

En la era digital actual, el sector de los servicios sociales se encuentra con la necesidad de especializarse para dar respuesta a los nuevos problemas relacionados con el uso de las tecnologías. Es lo que se conoce como el e-social work. Un nuevo campo de intervención necesario para dar respuesta a unas nuevas vulnerabilidades que agravan muchas situaciones atendidas por los servicios sociales.

La normalización del uso de Internet y de las tecnologías de la comunicación ha generado muchísimos cambios en los procesos de interacción y socialización de las personas, tanto a nivel individual como colectivo, y ha alterado la forma en que consumimos e interpretamos la información. Entre estos cambios se pueden citar una serie de ventajas, como la comodidad y el ahorro de tiempo y gastos de transporte. Para los trabajadores sociales, con la formación adecuada, el uso de estas tecnologías puede facilitar una asistencia más ágil y de mayor alcance que la atención en formato exclusivamente presencial.

Ahora bien, la rápida fusión de las vidas de muchos individuos con el entorno digital también ha conllevado la aparición de un conjunto de nuevas vulnerabilidades que pueden afectar seriamente al bienestar de las personas, y que en muchos casos derivan de problemáticas ya existentes fuera del mundo cibernético pero que toman otra forma.

¿Más conectados, pero más vulnerables?

Estas nuevas herramientas de comunicación e información, que nos abren ventanas al conocimiento y la interacción de una forma casi ilimitada, tienen el potencial de influir radicalmente en la forma en que cada individuo percibe el mundo. Así, pueden reforzar algunos aspectos positivos de la experiencia humana: por ejemplo, acercarnos a personas y comunidades y ayudar a mantener un sentimiento de pertenencia.

Sin embargo, a la vez que esta capacidad de mantenernos conectados y accesibles puede ser positiva, también nos deja más expuestos y vulnerables a factores a menudo fuera de nuestro control. Es aquí donde radica la problemática asociada a la era digital y donde la innovación en tecnologías y servicios sociales debe desarrollar un nuevo foco de prevención e intervención social.

Además, las desigualdades sociales se ven claramente reflejadas en el uso de las tecnologías, a las que muchos grupos vulnerables no tienen fácil acceso o encuentran barreras. Por ejemplo, las personas con discapacidad suelen chocar con aplicaciones que no son universalmente accesibles. Para las personas mayores, la brecha digital puede acentuar la experiencia de aislamiento y falta de sentido de pertenencia. Para personas en situaciones de maltrato, especialmente las mujeres, las tecnologías pueden suponer un riesgo añadido y una herramienta de control sin la adecuada protección. Para otras personas, especialmente adolescentes y jóvenes, el uso mal gestionado de estas tecnologías puede derivar en adicciones a las redes y plataformas digitales, problemas de salud (sedentarismo, problemas visuales y auditivos, etc.), estrés tecnológico, deterioro de las relaciones en persona y, en casos graves, ciberacoso.

Las principales problemáticas de la nueva realidad digital

Esta revolución en la forma en que nos comunicamos afecta de forma transversal a todos los aspectos vitales, y es inseparable de los servicios sociales u otros tipos de intervenciones. Así, surge la necesidad de fomentar intervenciones especializadas en los problemas y riesgos asociados al mundo digital. Idealmente, estas intervenciones deben formar parte de las ramas de asistencia ya existentes con el fin de ofrecer una atención integral a las personas afectadas. Por ejemplo:

  • Acoso en la escuela que deriva en ciberacoso
  • Violencia de género y tecnologías que se utilizan como herramientas de control
  • Situaciones de tensión en el hogar y riesgo de adicción a las pantallas o sedentarismo
  • Desconocimiento de la ciberseguridad y riesgo de ser víctima de estafas digitales o phishing

Otras veces se pueden dar casos de mal uso de las tecnologías que no responden a situaciones previas, y que pueden causar en las víctimas un profundo malestar e incluso secuelas psicológicas: por ejemplo, el stalking o acoso digital por parte de una persona anónima malintencionada con la que la víctima no tiene ninguna conexión personal.

Esto comporta que el sector de la acción social tenga que adaptarse y desarrollar nuevos protocolos de actuación para dar respuesta a estas vulnerabilidades emergentes, además de tomar conciencia de la problemática y encontrar soluciones a las diversas brechas causadas por el auge de la vida digital. Esto es especialmente importante en muchos perfiles ya vulnerables atendidos por los servicios sociales, para los que estas nuevas vulnerabilidades digitales pueden acarrear un agravamiento de su situación de exclusión, dependencia, aislamiento o violencia.

Estas nuevas actuaciones forman parte de un nuevo ámbito de especialización de los servicios sociales que se conoce como e-social work, y pueden traducirse, por ejemplo, en las siguientes acciones:

  • Mejorar la accesibilidad digital de todos los ciudadanos: enseñar a aprovechar las ventajas de las herramientas digitales y cómo evitar los riesgos que comporta (ciberacoso, estafas, sexting, fatiga social, y grooming en el caso de los niños y adolescentes, entre otros).
  • Prevención de conductas adictivas: informar a los jóvenes y a sus cuidadores sobre los riesgos del uso insano de las tecnologías, y enseñarles un uso positivo y moderado.
  • Creación de protocolos y recursos para casos de violencia digital: por ejemplo, ciberbullying, a menudo vinculado al bullying escolar; ciberacoso o stalking asociados a casos de violencia de género; y situaciones en las que una persona sufre amenazas y otras formas de intimidación por parte de una persona anónima por vías digitales. Existen plataformas como StopHaters, que ofrecen asesoramiento y asistencia a personas que han sufrido algún tipo de violencia digital.
  • Educación sobre el grooming y herramientas de detección: educar a padres, hijos y educadores sobre este tipo de acoso digital en menores, con el fin de prevenirlo y detectarlo.
  • Educación sobre seguridad digital: informar a la ciudadanía sobre las pautas básicas para protegerse de ciberataques (como el phishing o las estafas digitales) y mantener el control sobre los datos personales para no exponer información sensible. Los adolescentes, en particular, son proclives a compartir ciertos aspectos de su día a día, como los sitios que visitan, que pueden dar información sobre sus hábitos y vulnerabilidades a personas malintencionadas.
  • Creación de espacios de apoyo y seguimiento: ya sea individualizado o colectivo, dentro de las plataformas o redes sociales, que tienen la responsabilidad de garantizar la seguridad de los usuarios.
  • Desarrollar herramientas según el principio de “seguridad por diseño”: tal y como propone la iniciativa Safety by Design, es prioritario que las herramientas y plataformas se desarrollen situando la seguridad en el centro del proceso, y que permitan al usuario conocer los términos de uso con claridad y tener más control sobre su propia seguridad.

El trabajo social en el nuevo paradigma

Cada vez son más las iniciativas que dentro de los servicios sociales intentan dar respuesta a estas nuevas problemáticas.

En el ámbito de las personas mayores, podemos mencionar a SEAP, un servicio del Consejo Comarcal del Baix Llobregat, en Cataluña, que fomenta el buen trato hacia las personas mayores y respuestas eficaces a sus situaciones de fragilidad, entre ellas todas las que tienen que ver con la brecha digital.

En el ámbito de la salud mental, en España la plataforma digital SOM Salut Mental 360, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, ofrece información y numerosos recursos relacionados con las nuevas vulnerabilidades digitales, como el ciberacoso y otros. O en EE.UU. y en Italia donde se ha extendido entre la gente joven el servicio WOEBOT, un agente de conversación (chatbot) que ayuda a afrontar situaciones de malestar, como aquellas derivados de las vulnerabilidades digitales y el uso de las redes sociales.

En el ámbito de la discapacidad, existen un sinfín de iniciativas que ayudan a reducir la brecha digital de las personas. Podemos mencionar, por ejemplo, Easy reading, una herramienta de Alemania que permite hacer las páginas web accesibles a las personas con discapacidades cognitivas; o Voiceitt, un asistente de voz desarrollado en Israel para personas con deficiencias del habla.

Estas iniciativas, entre otras muchas, son ejemplos de cómo la tecnología, con los protocolos adecuados, se puede utilizar para reforzar la seguridad de las personas dentro y fuera de la realidad digital. Sin embargo, todavía hay un largo camino por recorrer hasta que contemos con soluciones claras y estandarizadas que minimicen las vulnerabilidades inherentes al auge digital.

A largo plazo, el trabajo social (o e-social work, en particular) tiene por delante una serie de retos relacionados con esta nueva realidad. A pesar de tener una cierta visión general, todavía no se cuenta con datos detallados y predictivos sobre cuáles son -y serán- las situaciones en que se requiera intervención, y qué necesidades y demandas tendrán las personas al utilizar las herramientas digitales actuales y futuras.

Además, también es necesario dedicar esfuerzos a identificar qué necesidades tiene el sector de la acción social para responder a estas situaciones, y a desarrollar sistemas en concordancia, para analizar el panorama y establecer mecanismos holísticos destinados a proteger a la ciudadanía, tanto en el entorno digital como fuera del mismo, a través de la asistencia especializada.

Referencias

[1] Trabajo social on-line. El futuro de la intervención social. Digitum. Disponible en: https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/51373/1/Trabajo%20social%20on-line.%20El%20futuro%20de%20la%20intervenci%c3%b3n%20social.pdf

[2] Los Servicios Sociales en la Era Digital. Escola de l’IGOP. Disponible en: http://escoladeligop.com/wp-content/uploads/2021/09/TFM_PSAC_Ismael_Ot_Padilla.pdf

[3] Six ways tech can help end gender-based violence. UNICEF. Disponible en: https://blogs.unicef.org/east-asia-pacific/six-ways-tech-can-help-end-gender-based-violence/

[4] StopHaters. Asociación contra el ciberacoso. Disponible en: https://www.stophaters.es/ 

[5] Safety by Design. E-Safety. Disponible en: https://www.esafety.gov.au/industry/safety-by-design

Riesgos y beneficios de la intervención social en remoto

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Riesgos y beneficios de la intervención social en remoto

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Riscs i beneficis de la intervenció social en remot

La transformación digital ha afectado radicalmente la forma de comunicarnos. El sector de los servicios sociales no es la excepción. ¿Qué ventajas tiene la intervención social en remoto y qué resistencias presenta?

La pandemia de la COVID-19 ha forzado cambios rápidos en casi todos los ámbitos laborales, educativos y personales. Esta necesidad de readaptación ha puesto de relieve las limitaciones de los sistemas actuales, ante una situación en la que muchas personas vulnerables o con necesidades especiales se han encontrado con barreras y dificultades para acceder a los servicios habituales.

Por un lado, el distanciamiento social ha impulsado el desarrollo de nuevas herramientas y programas en remoto que buscan la innovación para seguir proporcionando servicios de la forma más eficiente posible a los colectivos vulnerables, venciendo las barreras digitales, físicas y logísticas. También han cobrado relevancia algunas herramientas de comunicación que ya existían, pero no se habían normalizado en el entorno profesional.

Por otra parte, a raíz de esta situación, se ha puesto sobre la mesa el debate que contempla los riesgos y beneficios de la intervención social en remoto. Este debate, que ya existía desde hace años, despierta opiniones polarizadas que giran en torno a preguntas de tipo ético, práctico y estratégico: por ejemplo, ¿hasta qué punto se puede optimizar la protección de datos y la confidencialidad de las personas en el uso de tecnologías de intervención social? ¿Qué resistencias y dificultades pueden tener las personas a la hora de utilizar estas herramientas?

Las barreras y resistencias de la intervención social en remoto

La rápida adaptación de las tecnologías a los diferentes ámbitos ha marcado, sin duda, un antes y un después, produciendo cambios en los hábitos de la población y en la manera de consumir servicios y productos. En muchos casos, la asistencia telemática ha sido fácilmente acogida por las comodidades que supone en términos de tiempo y desplazamientos. Sin embargo, en el ámbito de los servicios sociales, dada la naturaleza de estas intervenciones, se han observado algunas desventajas en la comunicación telemática que causan preocupación. Estas son las principales:

  • Las limitaciones de la interacción y los matices que se pueden perder por videollamada. El lenguaje no verbal, como el contacto visual, la postura corporal y los gestos, como los asentimientos, ayudan a comunicar respeto y atención y son importantes a la hora de establecer una relación de confianza con la persona que recibe ayuda. En las videollamadas, el ángulo de la cámara dificulta el contacto visual. Además, en muchos casos, las habilidades interpersonales de los trabajadores sociales se han desarrollado cara a cara y puede resultarles difícil adaptarlas al contexto digital.
  • La elevada dificultad para detectar factores de riesgo. Por ejemplo, de manera telemática puede ser difícil realizar una evaluación de la tensión en un hogar con situaciones de abuso o de violencia doméstica, ya que la privacidad de la persona y su libertad para comunicarse pueden verse afectadas.
  • Las habilidades digitales de todas las personas implicadas en la intervención. El uso de tecnologías es una barrera para algunos individuos, especialmente para los grupos de edad más avanzada que no están familiarizados con herramientas digitales como las videollamadas, y que se encuentran en riesgo de quedarse atrás debido a la brecha digital.
  • El desconocimiento y consentimiento en el uso de datos de las personas. En muchos casos, especialmente con usuarios que no están familiarizados con herramientas digitales, existe una carencia de conocimiento sobre el uso de datos de las aplicaciones y algunas personas pueden estar dando consentimientos sin saberlo.
  • Límites personales y profesionales. En ocasiones, los trabajadores sociales pueden utilizar herramientas como chats y videollamadas para ponerse en contacto con las personas que necesitan asistencia. Aunque la telecomunicación tiene muchas ventajas, a algunos trabajadores y trabajadoras sociales les preocupa que esto pueda invadir los límites entre la vida profesional y la vida personal, tanto en horarios laborales como en confidencialidad.

¿Qué soluciones existen para estas barreras y resistencias?

Cabe destacar que, a pesar del listado de barreras, el desarrollo de las relaciones entre profesionales y personas asistidas es complejo y depende también de una serie de factores: la personalidad de ambas partes, los comportamientos, las experiencias previas, los valores y las influencias comunicativas de la relación, entre otras. La eficacia y las barreras de las intervenciones en remoto pueden variar y, en algunas situaciones, presentar muchas más ventajas que inconvenientes.

Éstos son algunos ejemplos de las ventajas:

  • Ahorro de tiempo y gastos de desplazamiento. Algunas personas atendidas se encuentran en situaciones económicas difíciles y los gastos de desplazamiento pueden suponerles un esfuerzo añadido. Además, muchos menores, jóvenes, ancianos o personas con discapacidad dependen de sus cuidadores para los desplazamientos. En estos casos, las comunicaciones en remoto actúan como herramienta de inclusión.
  • Flexibilidad. En ocasiones, el tiempo de desplazamiento y los horarios pueden ser una barrera. La comunicación digital tiene la ventaja de la inmediatez y flexibilidad, tanto para los trabajadores sociales como para los beneficiarios de los servicios.
  • Comodidad. En algunos casos, es posible que una persona se sienta más cómoda pidiendo ayuda por canales digitales desde su zona de confort que acordando encuentros presenciales. Existen casos de personas que quizás no accederían a los servicios si no existiera la opción online. Además, éstos también favorecen a las personas con problemas de movilidad.

Gracias a estas ventajas, una parte importante del sector de la acción social contempla los mencionados riesgos como un reto que vale la pena afrontar para idear y desarrollar herramientas que posibiliten la coexistencia de la práctica en remoto y la práctica tradicional, de modo que siempre se garantice la eficacia y confidencialidad del servicio. Algunas experiencias de éxito en el ámbito de los servicios sociales están demostrando hoy que esto es posible, como el servicio de acompañamiento remoto DigiContact de los Países Bajos, el servicio de apoyo psicosocial Ipso de Alemania, el servicio de intervención grupal Circles de Estados Unidos, o la aplicación para jóvenes Flapp! desarrollada en Cataluña por la Fundación iSocial.

Intervención social en remoto: ¿qué se debe tener en cuenta?

Como hemos visto, la eficacia de las intervenciones sociales en remoto depende de un conjunto de factores a evaluar en cada caso, considerando los aspectos éticos y prácticos. Teniendo en cuenta la rápida transformación digital, es de esperar que la formación de los trabajadores sociales incluya, cada vez con mayor frecuencia, habilidades con herramientas digitales que se adapten a las nuevas necesidades de la ciudadanía. Así pues, la transformación del sector de la acción social gira en torno a cuatro ejes: accesibilidad, alfabetización, igualdad y empleabilidad.

Para garantizar la seguridad y calidad de las intervenciones sociales en el entorno digital, es necesario aplicar algunas directrices:

  • Facilitar la alfabetización digital de los grupos menos familiarizados con este tipo de tecnologías. Por ejemplo, en el barrio de la Sagrera de Barcelona se ha puesto en marcha un servicio de acompañamiento en el que los vecinos se ayudan mutuamente en las gestiones que requieren el uso de las TIC, de la mano de personas voluntarias.
  • Facilitar a los trabajadores sociales formación en herramientas TIC que respondan a las necesidades de diferentes casos y perfiles, estableciendo protocolos de confidencialidad y asegurando que ambas partes los conocen y respetan.
  • Asegurarse de que la persona beneficiaria del servicio o atenciónconoce los términos de uso de las tecnologías y que se cuenta con su consentimiento informado.
  • Facilitar el acceso a herramientas e instrumentos (como un ordenador o la instalación de una aplicación) a la persona que recibe el servicio, en caso de que no disponga de ellos.
  • Explicar los límites personales del trabajador social por adelantado, a fin de evitar que la otra persona se sienta rechazada: por ejemplo, explicar que no acepta solicitudes de amistad en las redes sociales por razón de profesionalidad.

Referencias

[1] Remote service delivery during the COVID-19 pandemic: Questioning the impact of technology on relationship-based social work practice. Oxford Academic. Disponible en: https://academic.oup.com/bjsw/advance-article/doi/10.1093/bjsw/bcab242/6460190

[2] Una experiencia. Uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para la intervención social en servicios sociales. Servicios Sociales y Política Social. Disponible en: https://www.serviciossocialesypoliticasocial.com/una-experiencia-uso-de-las-tecnologias-de-la-informacion-y-la-comunicacion-tic-para-la-intervencion-social-en-servicios-sociales

[3] The Perils and Benefits of Remote Social Work. NYC Reopens. Disponible en: https://nycreopens.com/the-perils-and-benefits-of-remote-social-work/

[4] Conexión comunitaria contra la brecha digital. Ajuntament de Barcelona. Disponible en: https://ajuntament.barcelona.cat/imi/es/noticia/conexion-comunitaria-contra-la-brecha-digital_1049132 [22/04/2022]

Interview with iSocial: Dr Simon Duffy, Citizen Network

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Interview with iSocial: Dr Simon Duffy, Citizen Network

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We speak with Simon Duffy, president of Citizen Network. Duffy explains the benefits of Self-directed Support, what barriers this methodology encounters and how he understands the role of social work in improving the quality of life of all citizens.

What sparked your interest in social work?

I stumbled into social work. I am not a trained social worker; by training I am a philosopher. My first proper job was as a management trainee in the NHS (the UK’s healthcare system) and I visited an institution where people with intellectual disabilities were incarcerated. I was both shocked by the environment people were living in, but also excited to discover the amazing people who were trapped there. I felt called to change my career and I started working to support people with disabilities to live in the community.

Today I feel that I am a social worker, but perhaps a part-time unofficial social worker.

Why do you promote the self-directed support methodology?

As I started to work with people in the community I found that the new community services which replaced the institutions did not always support people to be full citizens. So I started to explore different ways to help people take their place in the community, to have a real home of their own and support people to get work, contribute to the community, find love and do all the things that make life worth living.

There are a lot of different things we can do to help people live good and meaningful lives, but I started to focus on the money and power. It seems to me that people do not have enough power. People may be given services, but they cannot really shape support around their own lives and hopes for the future. In a way – even when institutional buildings close – the institutional system remains.

So over more than 30 years I have worked to create new systems of funding, control and support. When we put these different things together we can create a good system of self-directed support. But the true purpose of this work is to advance citizenship for everyone.

Is it a methodology applicable to any situation of social vulnerability?

Yes and no.

Sometimes people have a view of self-directed support that is too simple; they think that self-directed support is only for people who can easily make decisions for themselves. But self-directed support can work for everyone, if we respect the principles of supported decision-making.

In some ways self-directed support works best for people with the most complex disabilities or needs. When there is conflict, anger or challenge it often means that we are not supporting people in the right way. We need to listen more carefully and adapt our response to help people get what they need. This means examining and amending every variable. Maybe the person is not getting enough control or maybe the person who supports them is the wrong person or maybe we are taking the wrong approach.

Self-directed support is a framework for creating personalised support – allowing us to change anything and everything to fit the person’s needs.

So self-directed support should work for everyone. But that doesn’t mean we should use it to solve every problem. Some services may be best organised as a public service, for example emergency medical care or public transport. These are things that are properly managed by different principles, because we need to think about the needs of the whole population. The same is true for the basic social work system itself. The social work system is infrastructure, a framework upon which self-directed support should operate.

If a person is interested in Self-Directed Support in UK, what steps can he take towards it?

In theory, in England and Scotland (and in a number of other countries, like Australia) self-directed support is meant to be core operating system for every adult who needs social support. The idea is that after your needs have been assessed you will be given a budget and options to control that budget and to shape your own support.

That’s the theory. The reality is messier and more limited than this. For example, in England residential care services have been allowed to opt out of this system (personally I think this is a mistake) and also the system does other things to discourage people from taking an active role in managing their own personal budget.

This is the international pattern. Self-directed support is growing and being used by more groups. However systems and services often resist this growth and try to reduce their accountability to the person.

What must social workers do to walk a person through Self-Directed Support?

Good social work enhances people’s citizenship by supporting people to live meaningful lives as a full and equal member of the community. Our goal must be to help everyone to contribute, so that their unique gifts can be appreciated. If systems of self-directed support undermine our ability to do good social work then there must be something wrong with the system.

There are many different things that we can do to help people get the right support.

Sometimes people really benefit from understanding their personal budget, especially if this opens up new a creative ways to meet the person’s goals. So social workers will benefit from any system that makes its easier to make budgets transparent so you can talk to the person and their network and explore the best way to use that budget.

It is also important to use the development of good support to help the person build a community of allies around them to support them with decision-making, planning, management or community-building.

What we must not do is treat self-directed support like shopping.

We do not build a life of meaning by just picking a service provider. A good service provider will be a partner and an ally to the person and will want to become an active agent in helping the person to achieve their goals.

What are the tools currently available to implement this model?

This is a difficult question. There are lots of tools that emerge around specific systems: tools for setting budgets, person-centred planning tools, supported decision-making agreements, systems for finding support providers, recruiting personal assistants, managing your budget. I am not sure what to recommend and sometimes I think we can get a little distracted by the tools and forget to use our common sense.

The best tool is the human heart. Everything must be judged by that.

Are there barriers that may prevent citizens from benefiting from Self-Directed Support?

The main barrier will be the natural desire of any system to protect itself from change. Again it is important to see that the move towards the use of self-directed support is only part of the wider move away from institutions and towards human rights and citizenship. It is natural that many people, organisations and systems will be challenged by the idea that the person should have more power and that practices in the past should change and evolve.

Although it is possible to feel angry or disappointed that a system is slow to change the real challenge is to find ways to help people see what can be positive about the change. The development of real self-directed support is an organic and evolving process and we need to develop strategies to invite more and more people into the journey: not just people who need help but also families, support providers, administrators and community actors.

The change process becomes stronger if we can help build a richer community of allies around the change.

Can you mention a case of success?

There is success for people and success for systems. Here are a few examples.

We used self-directed support to help Patrick leave a large institution and to build a life in his own home in the community. We used creativity to help him buy a house that was suitable and to organise a personalised support team. Before he moved into his home Patrick was see as a very dangerous person. But since moving into his home in 1997 he has lived a positive and productive life in his community. Without this personalised support he would have been trapped in an expensive and risky institutional environment.

Wendy has intellectual disabilities, and she wanted a personal budget so that she could live life in her own way. She has been very creative with her budget, for example, instead of using a physiotherapist, she pays for a personal trainer at a gym. Her solution is more positive and motivating for her. She is also an active coach, showing other people with learning difficulties the benefits of having more control over your life.

For systems success comes in waves. The first developments in self-directed support started in California in 1965, and since then the USA has seen periods of growth and then periods of resistance. Australia is also an interesting example, for radical changes were introduced after a campaign called Every Australian Counts. This campaign brings together people, families and services providers in a shared movement and it treats the right to self-directed support as a universal right that everyone should expect. Now, when the Australian government tries to water down this reform, the campaign is very effective at putting pressure on the government. This is a very encouraging development because it starts to normalise self-directed support within wider society.

Self-directed support shouldn’t really feel like a new and strange methodology. It is simply a matter of treating everyone as we would each wish to be treated – as a full and equal citizen, worthy of respect. It should give social workers greater power to do their job properly and in harmony with true ethics and values of social work.